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sábado, 16 de abril de 2016

La mujer del teniente francés

TÍTULO: La mujer del teniente francés

AUTOR: John Fowles

EDITORIAL: Anagrama
COLECCIÓN: Otra vuelta de tuerca

NÚMERO DE PÁGINAS: 446

FORMATO: Rústica

FECHA DE PUBLICACIÓN: enero 1995

SINOPSIS: 

Bahía de Lyme, 1867. El joven Charles Smithson ha ido a visitar a su prometida. Llevado por su afición a la paleontología, hace largas excursiones por los bosques en busca de fósiles. En una de ellas conoce a Sarah Woodruff,  a la que los lugareños llaman Tragedia, por su inamovible expresión melancólica, o "la mujer del teniente francés", por el romance que vivió con un marino de esa nacionalidad que llegó a estas costas herido en un naufragio y una vez recuperado la abandonó.
Entre ambos personajes nace un amor apasionado que chocará violentamente con la rígida moral de la Inglaterra victoriana en la que se mueven sus destinos. Charles, y a su vez el lector, no podrá evitar sentirse intensamente fascinado por la enigmática Sarah, uno de los más turbadores personajes femeninos de la literatura de los últimos tiempos. Manipulando ingeniosamente las convenciones del narrador omnisciente decimonónico y los clichés de la novela victoriana, John Fowles construye un brillantísimo libro que,  por un lado, relata una apasionante historia de amor y recrea con inusitada minuciosidad la época victoriana y, por otro, propone una aguda reflexión sobre el papel del narrador y el sentido último de la literatura. 
La novela fue objeto de una aplaudida versión cinematográfica, dirigida por Karel Reisz y protagonizada por Meryl Streep y Jeremy Irons.

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Con una portada como ésta, en la que podemos ver a una joven Meryl Streep, se incita aún más si cabe, a adentrarse en esta historia de amor con tintes victorianos. Pero ojo, no estamos ante una novela, ni al estilo de nuestra querida Jane Austen, ni al propio estilo del género en sí. El autor, John Fowles, aparece en la misma como narrador y creador de la historia a ojos del lector. En muchos momentos de la aventura que viven nuestros personajes, el autor nos distancia súbitamente para hacernos partícipe de la propia creación que él mismo está llevando acabo en ese momento.  Pero es mejor ver un ejemplo para entenderlo mejor:


Así pues, tal vez esté escribiendo mi autobiografía trasladada a otra época; quizá viva actualmente en alguna de las casas que he incorporado a mi narración; incluso es posible que yo sea Charles disfrazado. Tal vez se trate, simplemente, de un juego. Hoy en día hay mujeres como Sarah, pero nunca he logrado entenderlas.


Esta separación abrupta del mundo en el que nos adentra, produce un cierto desequilibrio pero sin ahuyentarnos del todo. Es como si, de una manera cómoda, el autor nos hablara de tú y aunque rompe el ritmo de las circunstancias de nuestros protagonistas, nos hace, por otro lado, participes de su creación. Es algo extraño pero invita al lector a la reflexión. No es, por tanto, una novela romántica de la época victoriana al uso, sino más bien, una forma de conocer la vida y costumbres de un año concreto, 1867, en el que se mezclan el tradicionalismo y la religión con nuevas formas de pensar y ver el mundo que les rodea.


PERSONAJES

Fowles nos invita a conocer las distintas clases sociales del momento mediante los personajes de su historia, como es el caso de sus protagonistas: Charles y Sarah. Los dos viven una historia de amor nada aceptada en aquella época debido a la diferencia de clases , siendo, de algún modo, dos vertientes antagónicas.

Desde la nobleza más aristocrática de Charles, que incluso ostenta un título nobiliario (baronet) que, otorgado en herencia, le abre un mundo de posibilidades infinitas, tanto económicas como sociales. Hasta la clase menos favorecida, pero preparada, como Sarah, cuyas aspiraciones en la sociedad no podían ser más elevadas que la de ser una mera institutriz, a pesar de su elevada cultura.


Al adquirir aquel barniz de señorita, se convirtió en la víctima ideal de una sociedad de castas. Su padre la forzó a salir de su propia clase, pero no pudo levantarla hacia una superior. Era demasiado fina para casarse con un hombre de la clase que había abandonado, y demasiado insignificante para los hombres de la clase que aspiraba.


Por otro lado, existe un término intermedio entre estas dos clases y que corresponde a la figura de la prometida de Charle, Ernestina. Sus amplios recursos económicos son herencia de satisfactorios negocios del mundo del comercio conseguidos por su padre. Eran los llamados "nuevos ricos" cuyo poder económico era igual o superior al de los aristócratas pero eran considerados de una categoría inferior por no llevar la nobleza desde la cuna.

Los pobres, o más humildes, en recursos siempre vienen representados por los criados. Sam y Mery son el claro ejemplo de la importancia que, para aquella época, tenían estas personas que, sin ser meros sirvientes, podían llegar a influir en la vida de sus amos de una manera trascendental.

Desde puntos más secundarios, pero siempre con un añadido o misión, aparecen personajes como la señora Poulteney que engloba todo lo malo que la religión imponía en la sociedad victoriana. Una persona mezquina cuyo único objetivo era conseguir la gloria del Padre mediante actos devotos, promoviendo el egocentrismo y acusando a todo y todos los que se salían de lo religiosamente establecido como moral y decente.

También, las nuevas ideas sobre la evolución de la especie, la ciencia y otro punto de vista de ver el mundo, lo encontramos en la figura del doctor Grogan. Una mente perspicaz y letrada que dará siempre un punto de vista nuevo a cada interrogante de su nuevo amigo Charles.

Todos ellos juegan su papel en el fantástico escenario de la costa sur de Inglaterra. El pueblo y la bahía de Lyme serán el telón donde todos interactúen, incluso el autor y nosotros mismos, para formar una novela repleta de la historia de una época, la victoriana.


LA HISTORIA

Como ya hemos dicho, la bahía de Lyme y su pueblo nos sirven de escenario para comenzar con el encuentro fortuito de nuestros protagonistas. El noble Charles, de alma aventurera pero con la firme convicción de seguir el camino socialmente correcto del matrimonio y Sarah, o también conocida como Tragedia por los habitantes de un pueblo sumido en las murmuraciones y cotilleos como mayor pasatiempo.

La historia, por todos conocidas, de la joven que vivió un apasionado romance con un marino francés. Él le robó el corazón y se marchó hacia su país, dejándola en compañía de su melancolía. Desde entonces era bastante frecuente encontrarla mirando hacia el mar, en soledad y asumiendo, con una solemnidad agónica, los feroces juicios de sus vecinos que la llegaban a tachar no solo como la mujer del teniente francés, si no también como la furcia y la ramera del marino.

Sarah siempre será un misterio para el lector. Un misterio que ni siquiera el propio autor tiene intención de conocer. En cambio Charles nos aparecerá como un libro abierto desde el principio y sus sentimientos nos acompañarán desde la primera vez que sus ojos se encuentran con los de Sarah.


Una vez más, su rostro causó en él un efecto extraordinario. Era como si cada vez que dejaba de verlo fuera incapaz de creer que pudiera producir aquel efecto y necesitara volver a contemplarlo. Parecía envolverle y rechazarle al mismo tiempo; como si fuera una imagen de un sueño que permaneciera siempre quieta y sin embargo se alejara continuamente de él.


Hemos dicho de Charles que tenía un alma aventurera. La falta de responsabilidades que la nobleza le otorgaba, hicieron de él un hombre de mundo, más interesado en las innovaciones del momento en cuanto a la vida y sus  misterios científicos que en los formalismos y convenciones.
Personajes tan fundamentales en la historia como Darwin y su publicación sobre El origen de las especies, le llenan de una pasión tanto por una nueva forma de ver el mundo actual como el antiguo, de ahí su interés por la paleontología y el estudio de los fósiles. Una curiosidad innata por el ser humano que se ve acrecentada cuando descubre a la enigmática Sarah y su desconsolado pasado.


Por eso había viajado tanto; la sociedad inglesa le parecía excesivamente pudibunda, la solemnidad inglesa, excesivamente solemne, el pensamiento inglés, excesivamente moralizaste, y la religión inglesa, excesivamente hipócrita. Pero, con todo, ¿no había sido demasiado convencional en un asunto tan importante como era la elección de la mujer con la que debería compartir su vida? Y en lugar de obrar de modo más inteligente, ¿no había hecho lo más sencillo?


He aquí donde aparece la figura de Ernestina, una muchacha de clase pudiente, cuya   joven superficialidad unida a una más que buena dote, la hacen perfecta para encarnar el papel de futura esposa de nuestro protagonista. Un compromiso que los une pero que se alarga lo suficiente como para tambalearse con la aparición de la misteriosa dama Tragedia.

Tina acaba siendo un peón en esta historia. Su misión es la de representar todo lo frívolamente correcto de esta sociedad, pero es, a su vez, una víctima del poder del amor que traspasa todas las fronteras, incluso las que establecen lo políticamente correcto.

La tentación que Sarah representa para Charles, tanto amorosa como religiosamente, le hace dudar de su honestidad como caballero e incluso de su propio juicio, pero su curiosidad le arrastrará a una de las más importantes decisiones de su vida.


Le parecía, sin embargo, que no era Sarah, la mujer, quien le atraía -¿Cómo podría atraerle, si estaba comprometido?-, sino cierto sentimiento, cierta posibilidad que ella simbolizaba. Siempre había pensado que su futuro encerraba innumerables posibilidades, y, de pronto, se convertía en un viaje predeterminado a un lugar desconocido.


Pero, ¿qué nos cuenta el autor de la misteriosa Sarah?. Además de saber que es un alma atormentada por su pasado, nuestra protagonista conserva un halo de tristeza y misterio que se hace evidente desde la primera vez que aparece en escena. Charles se convertirá en su única vía de escape, en más de un sentido, ya que es el único capaz de descubrir, conocer y, sobre todo, entender sus sentimientos más profundos.


-Porque ha viajado. Porque es una persona educada. Porque es un caballero. Porque..., no sé, vivo entre gentes que, según todo el mundo, son buenas, piadosas y cristianas. Y, sin embargo, me parecen más crueles que el más cruel de los paganos y más estúpidas que el más estúpido de los animales. No puedo creer que de verdad sea así. Que en la vida no haya comprensión ni compasión. Que no haya almas lo bastante generosas para darse cuente de lo que he sufrido y lo que sufro...


No podemos adentrarnos mucho más en la novela sin desvelar detalles importantes que el lector tendrá que descubrir por sí mismo. ¿Cuál será el desenlace de este amor surgido de la más pura irracionalidad? ¿Cómo afectará a la sociedad si acaba descubriéndose? ¿Qué secretos esconde la enigmática Sarah?

Una cosa está clara, será el autor quien nos maneje de manera obvia y descarada en este laberinto, llevándonos de un lado a otro e incluso presentándonos diversos giros alternativos en la historia porque, como bien nos dice sin pudor "a los personajes hay que concederles libertad". Una libertad donde el triunfo es abandonar las normas y establecer un criterio personal y libre de convencionalismos.

Una novela distinta, con información fascinante sobre el mundo victoriano y la sociedad que vivió en aquella época. Sólo nos queda visitar Lyme, pasear por sus acantilados y observar por si vemos la figura de una joven cuyo misterio va más allá del horizonte  que el mar nos ofrece.



AUTOR

JOHN FOWLES (1926-2005) estudió en la Bedford School y en la Universidad de Oxford. Fue profesor de inglés en Francia, Grecia e Inglaterra, y desde 1963 se dedicó exclusivamente a escribir. Su producción literaria comprende poemarios, ensayos, adaptaciones teatrales, relatos y sobre todo novelas, que le valieron un amplio prestigio internacional, y entre las que destacan muy especialmente El mago y La mujer del teniente francés.



PUNTUACIÓN: 4/5