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lunes, 6 de agosto de 2018

El alcalde de Zalamea

TÍTULO: El alcalde de Zalamea

AUTOR: Calderón de la Barca

EDITORIAL: El País. Clásicos españoles

FORMATO: Rústica

NÚMERO DE PÁGINAS: 127

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2005

SINOPSIS:

Isabel cuenta a su padre, alcalde de Zalamea, que ha sido raptada y violada por el capitán Álvaro de Ataide, al que ofrecieron hospedaje cuando llegó al pueblo la compañía de soldados en avance hacia Portugal. El alcalde, don Pedro Crespo, no acata más justicia que la propia y condena el atropello cometido contra su hija, ya que " Al rey, la hacienda y la vida/ se ha de dar; pero el honor/ es patrimonio del alma, / y el alma sólo es de Dios".

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Hay que leer de todo y si juntamos un autor clásico de la literatura española con una obra de teatro, nos aparece Calderón de la Barca y su obra teatral El alcalde de Zalamea.

Contextualizando el periodo histórico, nos encontramos en un momento de tensión entre los reinos de España y Portugal. Una batalla está a punto de suceder y para ello, el rey Felipe II manda a sus tropas hacia el país vecino por la zona de Extremadura.

Será en un pequeño pueblo, Zalamea, donde el ejército descansará y, como es costumbre en estas ocasiones, los aldeanos tendrán que dar cobijo a la soldadesca, produciéndose más de un atropello a la buena voluntad y generosidad de los habitantes del pueblo por parte de los altaneros soldados.
Asimismo, dependiendo del rango militar, se ofrece una vivienda más grande o más pequeña. De ahí que la hacienda de don Pedro Crespo sea la más solicitada entre estos nuevos inquilinos.


Se trata de una obra de teatro con tintes costumbristas, pero con un importante enfoque trágico. Calderón nos muestra una de los conceptos más importantes de ese momento histórico, el honor. El honor de aquellas personas que, a pesar de no tener muchos bienes materiales, lo lucen con orgullo. El honor de la familia y de la integridad personal. Valores arraigados durante años y que pueden llegar a resquebrajarse en un momento.


D. CRESPO. Con mi hacienda;/pero con mi fama, no;/ al Rey, la hacienda y la vida/ se ha de dar; pero el honor/ es patrimonio del alma,/ y el alma sólo es de Dios.


La familia de don Crespo vive de manera acomodada junto a sus hijos: Juan y la hermosa Isabel que, junto a su prima Inés, en Zalamea. Esa es la razón por la que los ojos del capitán Álvaro de Ataide, así como los de don Lope de Figueroa, se posan, no solo en la casa de nuestro protagonista, sino en la hija cuya hermosura es bien conocida por todos. Una hermosura que le traerá a don Crespo más de un quebradero de cabeza y es por ello, que intentará ocultarla para evitar cualquier desorden social en su vivienda.


CAPITÁN. Pensé hallar una villana;/ si hallé una deidad, ¿no era/ preciso que peligrase/ en mi misma inadvertencia?/ En toda mi vida vi/ más divina,  más perfecta/ hermosura. ¡Ay, Rebolledo!/ No sé qué hiciera por verla.


La trama se complica por esta necesidad lujuriosa donde Amor aparece de manera silenciosa para clavar sus flechas en el corazón de estos militares, trayendo así la tragedia a una familia de bien, celosa de su intimidad.

La hospitalidad, por tanto, se la cobran con creces estos inusuales huéspedes que, sin ningún atisbo de humanidad, urden un plan para separar a Isabel de la protectora presencias de su padre y su hermano y así lograr su objetivo amoroso.

El trágico monólogo que Isabel le rinde a su padre está lleno de tristeza y de pesar. Ella es capaz de dar su vida para evitar el deshonor de su familia y por ello, su dolor está presente en cada una de las palabras que Calderón pone en su boca.


ISABEL. Porque querer sin el alma/ una hermosura ofendida/ es querer una belleza/ hermosa, pero no viva./¡Qué ruegos, qué sentimientos/ ya de humilde, ya de altiva,/ no le dije! Pero en vano,/ pues (calle aquí la voz mía)/ soberbio (enmudezca el llanto),/ atrevido (el pecho gima), descortés (lloren los ojos),/ fiero (ensordezca la envidia),/ tirano (falte el aliento), osado (luto me vista), y si lo que la voz yerra,/ tal vez el acción explica,/ de vergüenza cubro el rostro,/ de empacho lloro ofendida,/ de empacho tuerzo las manos,/ el pecho rompo de ira.


Para colmo, nuestro protagonista, ese padre ultrajado por la violencia de quienes creía gente honrada, es declarado alcalde por unanimidad en el pueblo de Zalamea. Un cargo cuyo doble filo es importante reconocer ya que la justicia debe ser igual ante todos, a pesar, de que la ira quiera que su voluntad actúe sin ninguna licencia.

Además, la presencia del rey Felipe II complica aún más el asunto ya que, un militar juzgado es algo insólito y más en estos momentos de conflictos bélicos. De ahí que don Pedro Crespo tenga que hacerle ver que todos somos iguales ante la ley, tanto el malvado capitán como su hijo, cuyo orgullo le hizo tomar la espada y herir al malvado Álvaro después de acometer el rapto de su hermosa hermana Isabel.


CRESPO. (¡Cielos!/ ¡Cuando vengarme imagina,/ me hace dueño de mi honor/ la vara de la justicia!/ ¿Cómo podré delinquir/ yo, si en esta hora misma/ me ponen a mí de juez/ para que otros no delincan?/ Pero cosas como aquéstas/ no se ven con tanta prisa.)/ En extremo agradecido/ estoy a quien solicita/ honrarme.


Con un final que deja resuelto el asunto, y que tendréis que leer para conocer, Calderón pone punto final a esta pequeña gran obra. Una apología a las costumbres de esa España profunda del Siglo de Oro y una apología al honor, por encima del rango social, donde la mujer, aunque en un plano secundario, cobra una especial relevancia.

AUTOR:


Pedro Carderón de la Barca. Obras de capa y espada como La dama duende, o filosóficas como La vida es sueño. forman parte de las 120 comedias, 80 autos sacramentales y diversos entremeses y zarzuelas que escribió Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Se ordenó sacerdote y llegó a ser capellán de honor en la corte; como soldado participó en la campaña de Cataluña. El honor y la angustia por la fugacidad de la vida son los temas centrales de este genial autor del Siglo de Oro.


PUNTUACIÓN: 4/5